Puede ser una de las frases más dichas en las últimas
décadas, quizá modificada con el sustantivo hijos en lugar de nietos como
herederos de nuestra mala gestión, pero en definitiva, con el sentido
peyorativo que le damos a las perspectivas futuras que tienen nuestros
descendientes.
¿Pero es esto correcto? ¿En verdad lo estamos haciendo tan
mal?
A mí siempre me ha costado trabajo, pero he tendido a asumir
mis propios errores o actuaciones equivocadas, y he intentado corregir lo que
se pudiese corregir sin menoscabo de la adversidad del resultado conseguido,
pero lo que no estoy dispuesto es a asumir como míos errores de bulto cometidos
por los irresponsables que detentan el poder en todos los países del mundo, sean
cuales sean sus credos políticos y/o religiosos, y que además se ayudan de una
judicatura servil, unos cuerpos y fuerzas de seguridad represivos y teledirigidos,
y unos medios de comunicación propios para la difusión de su idoneidad y buen
hacer.
No, yo no me considero responsable de las actuaciones
cometidas por estos precursores del orden social, económico y político establecido
que utiliza el hambre, la energía de las personas, su libertad y sus ilusiones
en beneficio propio, y crea mundos y destroza mundos a conveniencia de los que
sacará el máximo beneficio posible, utilizando, si es preciso, la corrupción, el chantaje o la extorsión.
Yo no he creado ningún agujero de ozono, ni he talado
ninguna selva, ni he eliminado de un plumazo la sustitución de la energía
proveniente de derivados del petróleo, centrales nucleares o grandes presas con
saltos de agua que modificarán el espacio natural del lugar en que se ubiquen.
Tampoco he creado leyes que benefician a las clases más favorecidas en
detrimento de los trabajadores, ni he expulsado de la sanidad a colectivos de población, ni reducido las
posibilidades del desarrollo educativo de las personas mediante el cierre de
colegios, institutos, eliminación de personal, etc., ni cerceno las pensiones o
pagas de funcionarios.
No niego el derecho a amar como o a quien plazca en la forma
en que desee, ni a desvincularme de quien me plazca; ni condeno a la indigencia
a familias que pierden su trabajo o su casa, ni hago la vista gorda ante
suicidios desesperados o violencia de género, ni contribuyo a la trata de blancas
ni al comercio de alcohol o estupefacientes, ni a las guerras por motivos
políticos o económicos, ni a las luchas de poder entre banqueros o empresarios.
No contribuyo al desarrollo de la pobreza, ni al del hambre, ni al de la
esclavitud. Ni soy homófobo, ni racista, ni cerceno los derechos humanos o los
de los animales. No, no vuelvan a decir "el mundo que estamos dejando a nuestros
hijos/nietos". No se lo consiento. Respondan ustedes, políticos de turno.